De la Cruz marcó la diferencia, Pratto volvió al gol y Armani, como siempre, respondió cuando tuvo que responder.
Cuando juega River, bien temprano en la mañana comienzan los mensajes en redes palpitando el postre de la jornada. Señores, hoy juega River y otros mensajes en esa misma dirección que pintan un cuadro del día que nos espera. Juega River y es lo más lindo que hay, juega River y todo se hace más llevadero, juega River y ponele la connotación que quieras. Pero otra vez River no jugó como juega River. Por momentos lento y sin imaginación, impreciso, hasta sin confianza, con De la Cruz como único desequilibrio, extrañamente pifiador Casco, Matías Suárez yéndose en amagues, quedaron en ataque la inteligencia del Oso Pratto y su visible esfuerzo por demostrar vigencia, y las trepadas de Montiel. Hasta que llegó ese pase de Casco, el excelente pase de Pratto sin tocar la pelota para que el uruguayo desatara su quinta marcha, limpiara a la defensa de Central y definiera con clase, en una jugada made in Pablito Aimar. Golazo.
Eso no quiere decir que River no haya ganado bien. Ganó merecidamente y debió hacerlo por dos goles. Ese insólito penal del final, que sólo a Paulo Díaz le pueden cobrar, impidió que Armani mantuviera el arco en cero, como merecía por sus tapadones en momento clave. Ese es un tema que nos puede dar un gran dolor de cabeza en instancias más importantes, porque no es fácil que un arquero te salve siempre. Habría que preguntarse si es una inestabilidad real o una sensación de inseguridad lo que proyecta nuestra defensa. Parece que cualquiera que pasa la mitad de cancha se va derechito para nuestro arco. Parece, no es una confirmación, pero casi.
El gol del Oso Pratto, agachándose para meterle la cabeza casi como en el barrio a una gran jugada colectiva, es un merecido premio a la paciencia de un héroe que sabe aceptar su lugar. Con rebeldía, por supuesto, seguramente con ganas de participar más, pero asumiendo su rol durante el juego, jugando fácil, tratando de ayudar a los compañeros y con una confesión posterior que hizo recordar a otro enorme héroe para toda la vida. Al final del partido, Pratto dijo que intentó hacer el trabajo que hace Borré, y casi como un reflejo vino a la memoria la declaración de Leo Ponzio, a comienzo del ciclo del Muñeco, cuando le tocó reemplazar por lesión a Kranevitter. El mismo concepto, el consagrado que se subordina a la función que cumple el titular elegido por el entrenador, la sensación de que son jugadores que priorizan el equipo incluso por encima de su lucimiento personal.
Tal vez no haya sido así o sea simple casualidad, pero es una situación en la que se puede observar nítidamente los valores que baja el entrenador y el convencimiento que genera en sus jugadores más emblemáticos. Esto también explica por qué River es River.
EL RESUMEN DE RIVER 2-1 ROSARIO CENTRAL
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