La posibilidad de un salto productivo en la industria automotriz está condicionada por la falta de dólares. El 70% de los 0 km que se venden son importados y los nacionales tienen mayoría de piezas del exterior.

Los datos de actividad del sector automotor conocidos ayer muestran un repunte en septiembre de la producción de vehículos. Se fabricaron el mes pasado 32.149 0 km, 16,1% más que un año atrás aunque en el acumulado de 2020 mantiene una caída de 31,3%, según informó la asociación que agrupa a los fabricantes (ADEFA).
Ante esto, se dispuso un mecanismo de cupos para tratar de frenar ese desbalance pero, a su vez, garantizar hasta fin de año el ingreso necesario de unidades para llegar a un mercado de 290.000 vehículos. Ese es el número que en el Gobierno estiman razonable como para no entrar en una crisis de divisas. Un mercado mayor sería un problema de reservas más grande. Es por eso que imaginar un crecimiento de la producción por mayor estímulo al mercado interno no parece hoy viable. Tampoco es sencillo sustituir vehículos importados por nacionales ya que se choca con dos inconvenientes. Por un lado, el segmento de los autos de mayor volumen, los más accesibles, proviene de Brasil. Argentina centra la producción en pickups a autos de mayor costo. No es posible pensar en que el comprador de estos autos económicos adquiera un vehículo que duplica o triplica el valor. Tampoco se podría limitar la importación de autos porque iría en contra de lo que establece el régimen automotor con Brasil.
La otra forma de incrementar la producción sería a través de mayores exportaciones. Eso dependerá de lo que suceda, principalmente, con la demanda de Brasil, destino de casi 70% de las ventas externas. Su recuperación actual no alcanza a generar un boom productivo en la Argentina. De hecho, según los datos de ADEFA, las ventas externas están cayendo 17% contra septiembre 2019. Fuera de ese país, la industria local encuentra serios problemas de competitividad. Del valor de un 0 km que se exporta, el 15% son impuestos distorsivos que se acumulan en la cadena de producción. Una parte se puede recuperar, a través de reintegros, pero no todos porque la OMC no valida algunos tributos para ser reintegrados. Es cierto que se acaba de anunciar una baja a 0% de los derechos de exportación, pero es sólo para “exportaciones incrementales fuera del Mercosur”, lo cual limita su impacto. Además, en un país que castiga impositivamente con 15% el valor de un auto que se exporta, esa reducción no soluciona el problema.
A esto se suman otros males argentino que conspiran con la producción. En los últimos días se registraron distintos hechos que muestran la fragilidad de la actividad. Ante la falta de dólares, los mayores controles a las importaciones afectan el normal suministro de autopartes. Si bien desde el Gobierno garantizaron la provisión de piezas para la producción, la burocracia para la aprobación de los permisos, la demora en la liberación de dólares y el cambio de reglas de juego hace que se trabaje al límite, teniendo en cuenta que las terminales trabajan con niveles ajustados de stocks, el método conocido como “Just in time”. También hay problemas como el registrado con el corte de rutas entre San Luis y otras provincias que complicó toda la logística.
De esta manera, por uno u otro motivo, la producción automotriz se ve afectada. Toyota y Ford debieron suspender la actividad entre viernes y sábado por algunos de estos motivos. El resto de las terminales también viven a los sobresaltos para mantener las líneas de producción en funcionamiento. Con este escenario, un salto en la producción se presenta como una quimera.
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